Por: Maldito Sudaca
Yo creo que dios no quería que nosotros sacáramos eso, éramos muy malos. Pero… ahí lo logramos sacar con la ayuda del diablo.
La Bruja
En las entrañas del extenso catálogo de trabajos prensados por la legendaria discográfica Discos Fuentes en Medellín, aún reposa el legado de un 12’’ maldito, el más sucio y oscuro que jamás se ha vuelto a producir en estas tierras: “Sacrilegio”. Un viaje entre lo inaudible y lo innombrable, el efecto de una juventud hastiada de vivir lo mismo, que cansada de la normalización de la violencia la convirtió en ruido, ultra metal, cerebros colapsados con cada letra plasmada en un rezo infame, una obra maestra del (anti) rock suramericano.
Cuatro individuos formaron Parabellum, autora de esta masacre sonora; no había bajista y es como si supieran que esta banda no tendría un soporte constante en su intensidad sonora, sería el producto más auténtico del empirismo musical. Hoy son 30 años desde que esta excelente pieza infernal se expuso ante los ojos de una sociedad ultra conservadora, la cual no es posible digerir sin antes comprender sus raíces; influenciando infinidad de bandas, en general del rock más pesado. Es de esos casos que se constituyen fuera de una línea temporal, grupos adelantados a su época, que hasta el día de hoy se presentan como una inverosímil muestra del negativismo más puro.
La historia de esta banda ya se ha presentado por los múltiples “investigadores” de la cultura underground, pero la mención de un disco de esta talante y más en su aniversario número 30, se hace necesaria. Una portada increíble, a blanco y negro, difamando uno de los principales símbolos religiosos de la población católica, la virgen del carmen; oscuridad, sufrimiento, agonía, muerte. No hay esperanza, tantos adjetivos que engloban la realidad de estos cuatro jóvenes a quienes solo les importaba plasmar toda su rabia en las composiciones de su banda. El acceso limitado a la música y al conocimiento técnico solo provocó que la imaginación hiciera de las suyas y que nuevamente esta tierra diera de que hablar, sustituyendo las explosiones por canciones.
“Madre muerte” y “Engendro 666” son los dos mejores ejemplos del Ruido, ese adjetivo tan abstracto, aquel que es torturado por una aguja para que escupa todo lo que sus creadores pensaban al momento de forjarlo, un grito devastador que se quedará para siempre en la cabeza de quienes se atrevan a pincharlo, a reproducirlo… a soportarlo. Por detrás de esa distorsión imposible de plagiar, única en su especie, se repliegan los lamentos y groserías, poesía de alta calidad y de pocas pretensiones. El trance de este disco solo es evidente cuando llevamos toda una vida escuchando mierda y llega la peor para erigirse como la matrona de todas, un Sacrilegio de la música, un extremo de lo desconocido.
El génesis internacional de géneros como el Metal o el Punk siempre será un tema altamente exquisito que atrapa al cualquiera; los múltiples contextos, influencias y relaciones entre bandas, la evolución de la música y la deconstrucción de los estilos son elementos esenciales para los amantes de la música. Pero es aún más interesante, enriquecedor y satisfactorio verse inmerso en la lectura musical local, en lo que sucedió en esta tierra infame, en ese hibrido que se gestó entre punkeros y metaleros en medio de la más cruda y visceral violencia de los años ochenta en Medellín, por ejemplo.
Posteriormente, estos señores continuaron haciendo música en bandas como: Organismos, Herpes, Blasfemia, Ramón, Restos de tragedia, Libra, HPHC, etc. Y han tocado un par de veces en la actualidad como Parabellum, pero con algunas bajas en su alineación original. Todo un maldito legado.
Este disco actualmente no se consigue, quizá con algún usurerillo en las redes o en Discogs, donde su precio ronda los 1300 dólares y es ofrecido por un colombiano, tal vez lo termine comprando un japonés, así es el capitalismo. Sin embargo, adquirirlo es una decisión personal, pero escucharlo es una necesidad, al menos para poder odiarlo.
Tema favorito: Engendro 666.