Por: Carolina RM • ckro_200@hotmail.com
Cuando los Nostradamus de la tecnología vaticinaban hace unos años la muerte del libro impreso y lo que se le pareciera, los fanzines se regaron en todas sus formas y contenidos por todo el mundo. Sin ir más lejos, desde hace un tiempo hay una reactivación local de estas iniciativas en el punk, que giran ya no solo en torno a la música sino a situaciones y problemas relacionados con él.
Sabemos sin embargo que los fanzines siempre han estado ahí, desde los inicios del punk y mucho antes. Lo que conocemos hoy como un fanzine ‘clásico’ (fotocopiado, grapado, collage, con intervenciones y corta-y-pega) no es más que el resultado de la apropiación que el punk hizo de ellos durante el estallido de los 70s en Inglaterra y Estados Unidos.
En Colombia tienen un origen muy particular: los fanzines, el punk y el cómic subterráneo fueron inseparables en sus inicios. ¿Cómo terminaron los fanzines inmersos en la contracultura? ¿Cómo llegaron a Colombia? ¿Qué relación tienen con el punk? ¿Por qué van de la mano el punk y el cómic?
Esta es la primera entrega de una serie de artículos, nacidos de una investigación personal, que buscan circular información sobre los fanzines en Colombia, particularmente sobre su relación con el punk. Lejos de ser una verdad absoluta sobre el tema, es una invitación a debatir e indagar sobre los orígenes y las características locales de lo que nos mueve, y sobre todo, a que las documentemos nosotrxs mismxs.
No dejemos que medios comerciales o pseudo-independientes cuenten nuestra historia, apropiarnos de ella es otra forma de construir desde el punk. ¡Hagamos memoria subterránea!
Rock psicodélico y cómic subterráneo. Los fanzines y la contracultura.
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The black panther. Black community service. Octubre 4, 1969 |
Los punkeros que hacían fanzines en los 80 no tenían idea de que se llamaban así, ni siquiera los dibujantes que hacían cómic en los 90. No se sabe con certeza cuándo llegó el término preciso a Colombia, pero lo hizo más tarde que cuando empezaron a hacerse estas publicaciones, más tarde que cuando llegaron el punk y el metal. Tarde, como llega todo a este país.
Una década tarde había llegado la onda del rock psicodélico, que en Estados Unidos se desarrolló en los 60 de la mano de la lucha anti segregación de las comunidades afro, de la reivindicación de reconocimientos políticos de las mujeres y las personas LGBT, y de los hippies y el antibelicismo 1, todo eso alimentado por la guerra de Vietnam y el orgasmo consumista del ‘american way of life’.
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Up against the wall Motherfuckers |
Esa amalgama es lo que los historiadores han decidido llamar ‘contracultura’, que por definición estricta son los movimientos sociales y políticos que rechazan los valores de la cultura dominante. Sin embargo, existieron también otras expresiones más radicales e interesantes, que en vez de flores regalaban fanzines y algo más, y que la historia oficial suele pasar por alto: los yippies, los Motherfuckers, las Panteras Negras, W.I.T.C.H, los beatniks y el cómix, entre algunos otros.
El cómix, o cómic subterráneo, exploraba temas nuevos para el género, aburridamente limitado a las historias de aventuras o superhéroes y encasillado en lecturas ‘para niños’. Estos artistas, simpatizantes de la causa contracultural, dibujaban sobre sexo, drogas, música y política, criticando directa o indirectamente a la sociedad estadounidense, pero también al racionalismo y el deber ser de la cultura y la moral.
Todos, desde hippies hasta terroristas de Wall Street, se encontraban en la necesidad de un discurso y unas prácticas que pudieran ofrecer otro tipo de experiencias y conocimientos, algo más que lo la patria esperaba de ellos, y algo que pudieran conocer a través de métodos distintos al racionalismo hermético y occidental 2 .
Eso explica también la multiplicación de fanzines en esa época. El ‘hazlo tú mismo’ no era, ni es, mero slogan: se trata de adquirir conocimientos y destrezas a través de la experiencia directa, una reivindicación de nuestro papel activo en lo que aprendemos, no simples frascos para ser llenados con el conocimiento de otros.
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Zap cómix, Robert Crumb. 1968 |
La contracultura en Estados Unidos y luego en España, a donde llegaría en los 70s, estrechó los lazos entre fanzines, rock y cómic de una manera particular. En ese momento existían fanzines de rock and roll, y de un par de otros tipos de música, y los de ciencia ficción, a cuya tradición se debe el origen de estas publicaciones, a finales de los 20 y a consecuencia de las primeras revistas del género.
Pero Robert Crumb, Richard Corben, Dave Sheridan, Vaughn Böde y muchos otros en Estados Unidos traducirían gráficamente el ímpetu experimental del rock psicodélico, del mismo modo que lo harían en España Ceesepe, Antoni Pàimes y Nazario, así como las publicaciones La Piraña Divina, Star, El Rrollo Enmascarado y la revista El víbora. Reflejarían en el papel las situaciones cotidianas relacionadas con el rock en medio de los últimos años de la dictadura y la transición a la democracia, y sus historietas vaticinaban los cambios que vivía la sociedad española.
Acá se rompe la historia porque en Colombia, a diferencia que en esos países, los fanzines no nacen de la mano del cómic sino del punk, cuyo desarrollo sería posterior a la ‘contracultura’ en Estados Unidos y España.
Proto fanzines colombianos
En 1958 un folleto aparecido en una papelería de Medellín hacía un llamado a la duda radical frente a la sociedad colombiana establecida y lo que esperaba de sus hijos: “…no tenemos nada que perder, pues esta sociedad no nos ha ofrecido ninguna posibilidad de realizarnos independientemente sin la previa sujeción a sus prejuicios y a sus dogmas, en cambio sí tenemos mucho que ganar: el derecho a ser libres frente a la mentira que se nos propone, y por lo cual, en el caso de aceptarla, la sociedad nos pagaría una halagadora remuneración en títulos, en posiciones y en dinero”.
El Manifiesto Nadaísta, firmado por ‘gonzaloarango’, eran 42 páginas impresas de manera muy rústica y en formato sencillo, cuyas máximas corrosivas serían reproducidas después por el poeta y sus pares en acciones performáticas en las universidades públicas del país.
Acaso el Manifiesto puede ser una especie de proto-fanzine, la versión colombiana de Maintenant (Ahora) que el poeta y boxeador francés Arthur Cravan repartía borracho por las calles del centro de Paris en 1912 y cuyos números transportaba en un carrito destartalado hecho por él mismo, al igual que los textos y la impresión de aquella polémica revistica, dadaísta y surrealista antes que dadá y el surrealismo.
Arango seguiría publicando sus escritos y poemas, incluido el primer número de la revista Nadaísmo 70 (1971), en folletos sencillos y artesanales, de manera colaborativa, con un tono irreverente, sin censura, y preocupándose por la gráfica sin caer en lugares pretensiosos. Suena mucho como a un fanzine.
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Revista Mofeta, edición de 1985 |
Al mismo tiempo estaban también las revistas universitarias, entre las que se encontraba Mofetas, de la Nacional. Un intento de revista de ilustración e historieta que empezaría alrededor del 77 y continuaría hasta los 80s, alejándose cada vez más del estilo sencillo y precario que la vería nacer.
Si la máxima expresión de la contracultura gringa fue Woodstock en 1969, en Colombia el equivalente sería el Festival Ancón en el 71, que reunió durante 3 días a miles de hippies y otras hierbas de todo el país en una orgía de música, marihuana, LSD, hongos y alguna otra cosa.
En los 70s los grupos de rock que antaño habían logrado causar un boom mediático se habían cansado de la fiebre de ‘la nueva ola’ que al final solo los había exprimido comercialmente. Le darían la espalda al go-go y al ye-ye y al ‘rock around the clock’ y los covers en español de los Beatles, para reivindicar el hippismo musical y estéticamente.
Un hippismo que además miraría de frente a las raíces folclóricas colombianas para introducirlas en la música y que haría suya la bandera de los cambios: hablaría de campesinos y pescadores y de la izquierda latinoamericana mientras que el Cartel de Medellín (1976) y el narcotráfico empezarían a devorar lentamente al país, cuyo número de desplazados por el conflicto aumentaba.
Todo esto para decir que el espejo de la contracultura en Colombia no podía ser digno de engendrar a los fanzines, a pesar de que compartían el rock psicodélico y las luchas civiles, en el país encabezadas por el movimiento estudiantil del 71 y la movilización campesina de la ANUC o el paro cívico del 77.
Era necesario un contexto aún más convulsionado en el que fueran más que simples publicaciones, un escenario propio en el que pudieran desarrollar todo su potencial y se desdoblaran más allá de sí mismos. Un contexto marginal y automarginado: el punk y el metal.
Pie de página
1 Estos 4 ejes, la explosión del rock, la lucha contra el racismo, las luchas feministas y el hippismo y el movimiento antiguerra constituyen las reivindicaciones específicas que se agrupan bajo la contracultura según Diana Uribe.
2 Racionero, L (1977) Filosofías del underground. Barcelona. Anagrama.
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